Crear es abrirse radicalmente al desorden, al azar, a lo impredecible, a lo indeterminado. Es ordenar el desorden. Es organizar el caos.
El impulso creativo no es más que un esfuerzo por introducir algún orden dentro del caos.
Orden y caos son antinomias que rigen nuestras vidas. En el arte, como en la vida, oscilamos perpetuamente entre el deseo de orden y armonía por un lado, y la voluntad de caos y ruptura por el otro. La voluntad como apertura al abismo, como vértigo de retorno al caos primordial. Vivimos en un mundo caótico y fracturado, pero debemos darle unidad y coherencia.
Debemos percibirlo como uno, como un todo orgánico. Para ello, tenemos que inventar una nueva forma de vivir y entender la vida. Esto también significa una nueva forma de producir y percibir el arte.